domingo, noviembre 12, 2000

Sin orden pero con concierto

SIN ORDEN PERO CON CONCIERTO

Algunas veces los tiempos y las circunstancias nos hacen recordar a los profesores de hoy, aquella escuela de los años 60, en la que los maestros, que mantenían un elevado prestigio y reconocimiento social, se esforzaban en explicar que no se podían sumar manzanas con peras si queríamos obtener algo distinto de lo que ya tenemos por separado. El concepto de lo homogéneo, lo similar, era previo a la realización de determinadas operaciones como sumar o restar.
Los alumnos de entonces lo entendíamos, aún sin ordenadores, libros de colores, fichas manipulables, vídeos y bibliotecas. Bueno, lo entendimos casi todos. Parece ser que ese día faltaron a clase unos cuantos alumnos que casualmente, treinta años después, se juramentaron para demostrar que aquel maestro estaba confundido en lo que hacia referencia a su forma autoritaria y antidemocrática de explicar la suma. No sé si es a causa de aquella lección perdida o por otras causas desconocidas, el caso es que aún andan confundiendo churras con merinas.
Como el castellano sólo permite las alegrías semánticas que permite y no se presta suficientemente al embrollo y la confusión, la realidad educativa de siempre fue acotada dentro de una nueva terminología pseudocientífica capaz de inferir a los nuevos vocablos una carga de ambigüedad e interpretabilidad suficiente para que hiciera necesaria la intervención de los expertos.
No había hecho más que empezar este gran baile de disfraces, donde nada es lo que parece, cuando comenzamos a percibir el fondo de la cuestión: un gran tinglado confusional en que conceptos como diversidad, manipulativo, lúdico, currículo, local... desplazaban o sustituían del discurso pedagógico otros como homogéneo, estable, esfuerzo, universal... Se impuso desde el principio el culto a la diversidad como moda, y lo diferencial como meta pronto llegó a adquirir tintes de patética mediocridad. Cualquier disertación pedagógica políticamente correcta o simplemente 'progresista' (el análisis de este término lo dejaremos para otro día), ha de hacer un canto a las excelencias de la diversidad frente a lo pecaminoso de lo que existe en común, de lo concreto frente a lo abstracto, de lo visual frente a lo conceptual, del trabajo en grupo frente al trabajo individual, de la práctica frente a la teoría, la manipulación de objetos frente al pensamiento o manejo de ideas, de lo lúdico frente al esfuerzo. Estos vocablos, se transmutan en lo periférico frente a lo central, lo local frente a lo universal. si el tema adquiere una dimensión política o social.
Muchas veces las palabras más que servir para explicar o describir la realidad, sirven para lo contrario, para atenazarla y evitar explicaciones alternativas a aquellas que son oficiales o a aquellas políticamente correctas. Actúan como una envolvente argumental capaz de minimizar no ya la disidencia sino el punto de vista distinto.
Que todas las personas somos distintas no es una declaración de principios. Es obvio que existen diferencias interindividuales en áreas tan distantes como las aficiones y motivaciones, la estatura o el nivel intelectual. Simplemente somos distintos, todo lo distintos que queramos ser, pero también es cierto que algo en común tenemos como personas, como seres humanos.
Dentro de estas obviedades, el tan cacareado y falaz cántico a lo diverso, puede ser tanto interpretado como una comprensión de la diferencia como una renuncia y evitación de elementos comunes con los demás.
Si unimos a la actual fragmentación de los contenidos académicos el diferencialismo agobiante que impera en las aulas, obtenemos la paradoja de que son los profesores los discentes, los que deben aprender de las nuevas y complicadas situaciones que se crean en los llamados, no sé hasta cuando, centros de formación. La reconversión de su rol está servida. La voz cantante y la dinámica del aula ya no la lleva el profesor, sino la incertidumbre sobre lo que puede pasar hoy. Estas situaciones de facto, teñidas unas veces de absentismo, otras de boicoteo o directamente de provocación son los nuevos retos de la profesión. Poco a poco el 'preparar las clases' va dando paso a el 'prepararse para las clases', el estudio y la profundización en las ciencias impartidas se cambia por el entrenamiento en trucos más o menos circenses capaces de divertir durante 60 minutos a los auténticos dinamizadores o jefecillos del aula que imponen a compañeros y alumnos un funcionamiento concreto desde la más bobalicona de las impunidades que prevé el sistema para la ocasión: educación para todos y de la misma manera aunque no quieran.
El concepto de tratamiento a la diversidad se ha ido convirtiendo en un eufemisno que se traduce en haz lo que puedas con los alumnos y cuida las formas que es lo único que nos interesa. No te preocupes de los contenidos ni del nivel de los aprendizajes. Rebaja y rebaja los mínimos hasta adaptarlos a un nivel de fracaso asumible, correcto y europeo. Interesa presentar el centro escolar como el altar de la igualdad de oportunidades. Y en efecto tienen las mismas oportunidades, sí, muy pocas oportunidades de haber desarrollado sus capacidades, excepto que agentes externos como el sistema familiar, hayan actuado en la dirección adecuada a lo largo de este periodo de 10 años de educación obligatoria.
La realidad es que es imposible trabajar con todos los alumnos, los de aprendizaje normal y los que no han aprendido, los motivados (cada vez menos) y los absentistas, los conflictivos y los integrados, los locales y los que no conocen la lengua. Todos en el mismo sitio y al mismo tiempo. Todo ello con igual número de recursos.
El currículo es como un traje hecho a la medida de cada uno. A cada uno... lo que quiera. Muy complicado para el profesorado, muy barato y 'progresista' para la Administración y totalmente ineficaz para los alumnos, para los 'ritmo lento' y para los otros. Esto es lo que hay.
En el fondo de la cuestión, esta forma de abordar la enseñanza, más que eficiente y comprensiva, es profundamente reaccionaria. La tendencia no es potenciar los elementos comunes que tenemos como seres humanos, sino inculcar que nuestras diferencias individuales, territoriales, lingüísticas son las que nos definen y que fuera de esas diferencias no somos nada más que insignificancia, pequeñez y mezquindad. La minimización, cuando no desprecio, por los elementos comunes y el cántico a las excelencias de lo diferente, de lo único, de lo irrepetible puede acabar en una especie de individualismo de sálvese quién pueda, donde los otros son seres más bien extraños, con los que puedo compartir determinadas manifestaciones folclórico-tribales pero en ningún caso acceder a las grandes empresas sociales que han cambiado el mundo basadas en la cooperación o la solidaridad entre iguales. La pertenencia al grupo desde lazos poco racionales o puramente emocionales, con sometimiento ciego al liderazgo, da cobertura a nuestra nimiedad pero nos convierte en marionetas, como bien saben los estudiosos de la psicología de masas del fascismo.
No tardaremos en pagar las consecuencias, si es que no lo estamos haciendo ya, de tanta ruindad, de tanto empequeñecimiento y autismo, de tanto localismo tribal fuera del cuál no hay salvación, de tanta exhibición de lo identitario, de tanta potenciación de lo que nos diferencia frente a lo que nos une, de tanto esfuerzo en negar lo que somos: personas, seres capaces de sentirnos tan semejantes de un occidental como de un oriental, de un blanco como de un negro, de un hombre como de una mujer, porque lugar de nacimiento, color de la piel o sexo no dejan de ser aspectos puramente accidentales, no esenciales en nuestra sociedad. O por lo menos, a ello aspiramos.
Lo que en principio parecía sólo la pataleta de aquellos antiguos alumnos absentistas, más tarde diseñadores de modelos progresistas de educación, se convirtió en una larga pesadilla de la que solo se escaparon los alumnos que consiguieron apartarse del camino placentero y del culto a la vacuidad prometido por los apóstoles de la buena nueva logsiana recluidos en sus monasterios y blindados a los nefastos frutos recogidos frente a los que aconsejaban más de lo mismo, profundizar, decían.
Parece que los alumnos afectados por la reforma, APLR. a partir de ahora, que podíamos situar en la actualidad entre el inicio de la escolaridad y los 15 o 16 años con pequeñas variantes en función del despliegue del calendario de las distintas Comunidades Autónomas, presentan una serie de rasgos comunes incluso una cierta tipología, que con todas las reservas de generalización que queramos, se pueden resumir en: dificultad de entregarse a tareas que exijan un mínimo esfuerzo, tendencia a la obtención pasiva del placer y satisfacción inmediata del instinto, cansancio y aburrimiento de que nunca pase nada al margen de lo previsto/planificado por los adultos, vacuidad y carencia de imaginación, búsqueda externa de lo que solamente existe dentro de ellos mismos, inmadurez y retraso preocupante de la asunción de responsabilidad.
De acuerdo que no se puede generalizar, pero es cierto que estos rasgos tienen una presencia más que destacable y parece que desgraciadamente va in crescendo.
Pero los sacerdotes de esta nueva secta o religión, autoproclamados por ellos mismos como expertos educativos, no dejan de ser vistos por el profesorado real de colegios e institutos como unos burócratas compulsivos, motivados únicamente por la defensa de su puesto de trabajo y de su estado de gracia, que no deja de ser algo análogo a una burbuja financiera pero sin libertad de mercado.
Con el culto a la diversidad en los altares, ha triunfado lo progresista y la izquierda frente a las ideas reaccionarias. Y es que la derechona sólo se ha preocupado por la tortura no sólo física sino sobretodo psíquica, de esos ángeles russonianos que son los alumnos, según la nueva verdad. Ha torturado a muchas generaciones haciéndoles adquirir procesos como la lectura y escritura considerados por la pedagogía progresista como subversivos antes de los 7 u 8 años y aún después en función de una diversidad de circunstancias.


Con el paso del tiempo, la subversión alcanza otras áreas como las matemáticas, filosofía, historia, literatura... que serán parcialmente sustituidas por la tornillería, plastilina, charanga y pandereta, como preludio de lo que será la sustitución posterior de la cultura con mayúsculas por el gran hermano, coincida éste o no con el fútbol, otrora alienante de masas, pero hoy también políticamente correcto. Pan y circo.
Todo esto podría pasar desapercibido si no estás situado en los lugares privilegiados para la observación directa y si no has renunciado a pensar de forma crítica e independiente aun a riesgo de ser tachado de trasnochado, nostálgico e incluso reaccionario, pero este es el precio que se ha de pagar por mantener una cierta libertad de criterio. Y es que la suma y concatenación de errores producidos en la educación durante los últimos tiempos, parece más resultado de la nece(si)dad que del azar.
Parece ser que hace algo más de una década se vio el gran negocio que podía ser la elaboración nuevos materiales escolares adaptados a la LOGSE, fundamentalmente libros de textos en los que lenta pero sistemáticamente se van sustituyendo hábitos básicos (organizarse dentro del folio, capacidad de abstracción, búsqueda de estrategias resolutivas...) por colorines, subrayados y colocación de flechas que, utilizadas como presentaciones agradables y vistosas, esconden la caducidad del libro, la imposibilidad de ser utilizado posteriormente y en consecuencia la necesidad de ser comprado cada año.
Parece ser que este tema mueve al menos 200.000 millones de pesetas cada año y eso son unas poderosas y definitivas razones del no retorno a situaciones más cercanas al sentido común. Nunca aprender tan poco había salido tan caro. ¿Alguien se ha preguntado a cómo sale la gota del poco conocimiento que nuestros alumnos adquieren?
Realmente se han puesto los libros de texto a la altura de los pañuelos, de usar y tirar. Nos venden como modernidad lo que no es más que puro negocio.
La diversidad de planificaciones, de ritmos, de estrategias, de procedimientos, de valores... que tiende al infinito hasta consolidarse como un aprendizaje a la carta pero sin aprendizaje, se convierte de forma ineludible en una amplia variedad de materiales (de consulta, de refuerzo, de ampliación, de base, fichas...) y diversificación de un negocio editorial que no pocas veces ha actuado de forma conjunta, y aún lo sigue haciendo en algunas autonomías, con las autoridades académicas que se encargan de aprobar textos en la medida que coinciden con el ideario político y sirven antes a los fines propagandísticos de los diferentes partidos de gobierno que a la educación de los alumnos a quienes van destinados. Osea que a los padres, no solo nos estafan con la venta de morralla intelectual coloreada, sino que además de pagarlos a precio de oro, no sirven para los fines con que han sido concebidos y en vez de transmitir saber y conocimiento transmiten fundamentalmente doctrina.
Pero para que todo este montaje no sea cuestionado ni criticado y posteriormente modificado por el grueso de afectados, es decir la sociedad, se juega al regate en corto con la inmediatez del presente y la cortedad de miras del aquí y ahora.
El núcleo duro de este mensaje, adaptable, camaleónico y biensonante parte de las premisas de que trabajo y reflexión son la antítesis de disfrute y felicidad infantil y todo lo suponga algo de rigurosidad y esfuerzo está proscrito en estas edades como si atentase contra los derechos fundamentales del niño. ¡Qué simplificación! ¡Qué concepción tan pobre y raquítica!
El calado fino de esta posición, entre fatua y aparentemente bienintencionada, está comenzando a dar sus frutos. Tras varios años de actuación planificada y cohesionada, se ha transmitido esta actitud a la cómplice sociedad española, ávida de escuchar los cánticos de sirena acordes con el recién adquirido estatus de nuevo rico.
En relación al prestigio del profesorado en la sociedad, como variable interviniente en el proceso educativo, casi mejor no hablar. Las hemerotecas recogen últimamente una casuística variada sobre distintas modalidades de agresión al profesorado llevada a cabo tanto por alumnos como por padres. Mal vamos cuando la familia no apoya e incluso desautoriza al profesor de su hijo. Quitar autoridad (no exceso de autoridad o autoritarismo) al profesor delante de un alumno es quitar autoridad en general, es dificultar el proceso de aprendizaje pues no se puede aprender de alguien a quien no se valora, no se puede aprender nada de quien carece para nosotros de autoridad moral.
Lenta pero inexorablemente se van cambiando las dinámicas que regulan el funcionamiento interno de los centros, sobre todo públicos. En este momento el péndulo nos ha situado en un punto crítico: el profesor antes de actuar ha de tener explicación (no sé si decir coartada) para los numerosos porqués formulables desde los defensores acérrimos del 'aquí y ahora' placentero de los pupilos: los propios alumnos in crescendo reivindicativo constante, generalmente las APAs y la Administración, otrora la Inspección Educativa a la que últimamente se le añade la Dirección del Centro, encantada de servir y confundirse con el poder.
Al profesorado no se le supone buen hacer. Siempre ha de estar en condiciones de poder demostrar que lo que ha hecho no está mal hecho por los que pueden juzgar lo bueno y lo malo, las autoridades competentes, donde no es raro encontrar tanto reglamentismo y ordenancismo como servilismo político, ambigüedad y vacuidad de criterios propios.
Dentro de la dinámica de clase funciona de forma muy clara la asignación de los roles del docente y del discente a la luz de los nuevos vientos. Lejos del antiguo agradecimiento del que aprende hacia el 'maestro', no es raro escuchar argumentaciones adolescentes del tipo 'tu a mi me has de aguantar que para eso te pagan', justificativas del más variopinto de los despropósitos, siendo el colmo de la indignación y de la amargura el frecuente refrendo de las 'autoridades' de tales pronunciamientos dado el carácter obligatorio de la enseñanza.
Y mientras esto pasa, se va tomando conciencia de quién es el que manda, quien es el que establece los liderazgos, quien es el triunfador en el pulso con los adultos, quien es en definitiva el modelo a imitar. La impunidad y el no pasa nada se alían contagiosamente para generalizar este tipo de conductas, en las que no es raro oír comentarios del tipo 'Si tío, saqué un sobresaliente en Mates pero de pura chiripa; no había abierto el libro...'. Está mal visto. Se ha creado una conciencia casi generalizada de que estudiar es una cosa de perdedores, de 'pringaos', y al paso que va la cosa, mañana, los buenos alumnos, deberán pedir perdón.
Nunca como hasta ahora había sido tan explícita en las aulas la soberbia del ignorante ni tan discreta la humildad y ocultación del esfuerzo del que realmente se dedica a aprender.
La dinámica social, los modelos de imitación del grupo, de la clase, lejos de estar impulsada por los alumnos que trabajan y se esfuerzan por aprender, comienza a ser llevada a cabo por alumnos que están obligados por ley a estar en clase, por los que pasan de conocimientos y aprendizajes y por los que están abierta y frontalmente contra lo que el profesor representa, contra el sistema. Los alumnos medios desde el punto de vista académico, suelen mostrar cierta propensión al efecto de llamada y los alumnos trabajadores y estudiosos intentan pasar desapercibidos o se baten en franca retirada como especie a extinguir.
Los profesores, con pocas y obsoletas herramientas de trabajo frente a tanta desfachatez, miran hacia otro lado, más que por pasotismo por instinto de supervivencia. Con qué exageraciones ¿eh?. Entérate o si lo prefieres siéntate hasta que el cadáver de tu enemigo pase por delante de ti. Si no cambian las cosas, sólo es una cuestión de tiempo.
¿Hasta cuando durará esta ausencia de límites? ¿Hasta cuando esperar por un intento serio de invertir esta tendencia? ¿Cuántos analfabetos funcionales más se necesitan para oxigenar un sistema asfixiado, tan ineficiente como caro? ¿Hasta dónde permitirán que se generalice esta especie de kale borroca que ya existe en algunos centros? ¿Hasta cuando la técnica del avestruz?
Dado que hablamos del mismo principio de autoridad que se va manifestando de diversas formas a través de los diferentes momentos evolutivos (madre/padre, profesor, policía/juez, empresario/jefe...), el cuestionamiento apriorístico de la autoridad del profesor desgraciadamente suele correr en paralelo con la desautorización del padre, que frecuentemente no ve más vías de acercarse al hijo que darle la razón, aunque no la tenga y cubrirle todos los caprichos, aunque le sean contraproducentes. Las consecuencias de conseguir todas las apetencias de manera gratuita suelen ser nefastas para los jóvenes cuando lo que se demanda se sitúa fuera de las posibilidades de esos padres protectores y eso puede ocurrir mucho antes de lo que desearíamos. Padres protectores, no pocas veces aparentemente inmaduros y adolescentes, con serias dificultades a la hora de plantarse y administrar la autoridad que la paternidad le ha dado sobre sus hijos. A veces no saben, a veces no quieren, a veces no pueden... y a veces ni saben, ni quieren, ni pueden.
La vara de medir felicidad está ubicada en el reino del puro capricho. La limitación externa es concebida como autoritarismo execrable, falta de sensibilidad y de comprensión. El gran abanico de circunstancias personales a tener en cuenta a lo largo de los años se traduce en relativismo y éste en ausencia de referentes y guías orientadoras para muchos adolescentes que, sin buenos asideros, pueden querer experimentar las vibraciones que se tienen cuando se mata a alguien. Su personalidad no puede reprimir ese deseo porque no están entrenados a reprimir nada ni a retrasar la obtención de gratificación del instinto. Han malgastado su infancia aburridos de tanta felicidad tonta, de reír a todas horas y se encaminan indefectiblemente hacia la categoría de tontos útiles obedientes y complacientes con un sistema que los ha incapacitado y diezmado cultural e intelectualmente.
Se cumple al pie de la letra la máxima freudiana de que la cultura está basada en la (auto)represión de la pulsión y en la medida en que no somos capaces de embridarla no nos diferenciamos sustancialmente del resto de la especie animal.
La dialéctica entre lo racional y lo instintivo, que es lo define fundamentalmente nuestra personalidad, no tiene un tempus de aplicación sino que ha de formar parte del universo del infantil desde su más tierna infancia. Huelga comentar que el sentido común y el buen criterio nos darán la escala de actuación en cada momento, en un continuo ascendente de adquisición de responsabilidad.
En dicho continuo es tan importante reprimirse de pegar a los tres años, como salir del egocentrismo y admitir una autoridad de quién aprender y en quien apoyarte, como no abandonar algo porque me cuesta trabajo o respetar a quien no tenga las ideas que uno. Llegar a ser responsable exige haber recorrido un largo trecho de pequeños y adecuados actos responsables no siempre exento de dificultades y este camino no puede ser sustituido por una conferencia sobre la responsabilidad ni por un crédito variable sobre como ser responsable en 35 horas.


Esta nueva visión del hombre que sirve como sostén del actual edificio educativo, necesita un posicionamiento filosófico en el que se mezclan nuevamente conceptos sacados de Rousseau, de Marx y del Conductismo menos evolucionado, tomando de cada uno lo necesario para elaborar un discurso que aparenta coherencia desde el punto de vista formal, pero demasiado ingenieril y correoso para resultar aséptico, creíble y verosímil.
Creer en la bondad intrínseca del niño por el mero hecho de serlo es crear un manto de inmunidad e impunidad de graves consecuencias para el propio niño, porque en el futuro será muy difícil encontrar el momento adecuado de decirle que ya ha dejado de ser niño, y cuando encontremos dicho momento, si es que lo encontráramos, será aún más difícil que él acepte la pérdida de este estado de gracia consistente en no asumir la responsabilidad de sus actos.
Muchas veces esa asunción de responsabilidad será tan traumática que dejará una huella imborrable. Eso será lo que le deben a los poetas de la permisividad y lo lúdico, a los profetas de la ausencia de límites en la educación, a los responsables de tanto desaguisado que no asumen la responsabilidad de llevarse su secta y su teología a sus seminarios.
Nos es imposible dejar de recordar en que acabó aquel otro simplismo de la bondad innata del trabajador por el hecho de serlo. Duró mucho y se emplearon a fondo pero no dejó de ser un gigante con pies de barro.
Los conceptos bondad o maldad no son estados de salida sino de llegada entre los cuales media inexcusablemente, como nos decía Vigotsky, la interacción entre la parte genética y la componente social del hombre, entre la biología y la libertad. Generalmente el concepto de libertad es opuesto al de mecanicismo.
Para estos nuevos estrategas pedagógicos, el nivel de detalle y meticulosidad con que se elabora la secuencia de pasos para llegar a un logro cualquiera, no deja el más mínimo espacio de libertad ni de improvisación, pero refleja la idea que se tiene del acto de enseñar, del que enseña y de lo enseñado. Se niega de hecho la posibilidad de aprender fuera de esa ortodoxia conductista trufada de reglamentismo y planificación. La burocracia que imprime la administración educativa bajo la égida logsiana más que perseguir la rigurosidad en los registros observacionales o conductuales (por cierto, técnicas más propias de la etología que de la psicología), intenta silenciar el enorme estruendo que produce el bajo nivel, cuando no fracaso, de los temas de fondo, de los conocimientos. Es decir, se pretende llenar ese agujero negro de la falta de contenidos reales con papeles: instancias, formularios, expedientes, actas, solicitudes...
Para el Conductismo, tercera fuente de inspiración, solamente existen estímulos, respuestas y método, mucho método, tanto que su estudio hace ocioso describir ni conocer el ser que actúa. De hecho el organismo actuante, animal o persona, es concebido como una caja negra en la que no se sabe lo que ocurre y además tampoco interesa saber como funciona.
Estos presupuestos permitirán dar recetas generalizables basadas en un comportamiento más o menos un estandarizado y uniforme de los alumnos.
La multiplicidad de situaciones digamos dificultosas que se presentan en los centros de primaria y sobretodo en los institutos (deficiencias de tipo intelectual, motivacional, instrumental, afectivas, sociales y un largo etcétera que omito para no aburrir), son solucionables como por magia a través de una adaptación curricular, que no deja de ser un eufemismo bajo el que se disfraza la dureza con que los antiguos conductistas abordaban su práctica: registro-control de linea base, estímulo y respuesta. No hay más que estímulos y respuestas.
El alumno es una caja negra. No interesa conocer cómo es el alumno, sino cómo se manifiesta. Es un esquema simple: se manipulan las acciones (estímulos) que producen cambios en lo que se hace (respuesta) y cuando los resultados no son los adecuados no es necesario revisar los principios rectores en los que se enmarca la acción, sino el método. La premisa mayor y por tanto la verdad absoluta quedan a salvo de los avatares o desajustes entre modelo el teórico y la práxis.
La metodología se está convirtiendo en cobijo y amparo de muchos docentes alérgicos de la docencia que han sustituido el qué enseñar por el cómo hacerlo independientemente del contenido de lo enseñado. Tarea ardua para la mayoría de los mortales ser experto en cómo enseñar o transmitir algo de lo que desconocemos su funcionamiento. No podemos dar consejos sobre la mejor forma de enseñar termodinámica sin conocer esa disciplina. No podemos ignorar las opiniones del profesorado en el acto de enseñar. Los expertos educativos son los que están a pie de obra, los que tocan la realidad, los que palpan las disfunciones entre lo que es y lo que debería ser. Los otros, están en el refugio.
Las aportaciones del conductismo a la psicología científica han sido claras en cuanto aporta una metodología científica al conocimiento de conductas más bien aislables, simples, reflejas o primarias, pero ni en sus mejores tiempos, los gurús pretendieron aplicarlo a conductas complejas y sin control. Llevarlo a la totalidad de aprendizajes (conocimientos, procedimientos y valores.) es negar su cientifismo y aprovechar el ruido que produce su terminología para esconder o falsear la realidad. Algo de esto deben temerse estos anacrónicos discípulos de Shinner ante la barbaridad de aplicar la metodología conductista a conductas altamente complejas y socializadas, que tratan de que suavizar las formas apelando a una terminología que la pudiera atenuar: neoasociacionismo cognitivo, procesamiento de la información, mecanicismo y organicismo cognitivo...Pero aunque parezca pavo real, yo le encuentro plumas de pato.
Para hacer un poco de síntesis en relación a los fundamentos reformistas, creemos que ni los niños son roussonianos, ni es admisible el determinismo mecanicista incapaz de reconocer lo inexplicable de las conductas complejas en libertad, ni como consecuencia de ello, podemos asumir que las capacidades típicamente humanas: inteligencia, volición... son cajas negras cuyo conocimiento despreciamos para atenernos a lo observable, lo empírico, lo tangible, lo medible.
La realidad se va quitando la máscara poco a poco, imperceptiblemente pero sin descanso. Se puede engañar a uno durante un tiempo, a varios, incluso a muchos..., pero no se puede engañar a todos siempre.
Tras ese maquillaje de infancia prolongada de nuestros adolescentes, mezcla de diversión perpetua, inmadurez e irresponsabilidad, se oculta un ser que descubre un mundo caótico, carente de vectores o líneas-fuerza referenciales que orienten su devenir, un mundo competitivo y materialista en el que él no tiene encaje. Tiene miedo porque aunque siendo consciente de que sus miras no son muy altas, no se siente preparado, no se ve capaz. Falta preparación en lo académico y también en lo personal y lo social. Falta un mínimo conocimiento de cómo funciona el mundo fuera de la gran burbuja en la que hasta ahora ha vivido. Tiene miedo porque tal vez a lo largo de su vida no ha tenido la oportunidad de ir resolviendo de forma escalonada conflictos, venciendo obstáculos, solucionando sinsabores, buscando y aprovechando los aspectos positivos de los problemas. Y todo esto, junto con sus contrarios: alcanzar logros personales, sentirse orgullosos, valorados, útiles, y contentos de si mismos, forman parte de la misma esencia de la vida. Tiene miedo porque no está seguro de poder actuar de una manera adecuada ante situaciones nuevas para las que no está preparado.
Desde hace años los psicólogos vienen utilizado el concepto de 'bajo nivel de tolerancia a la frustración' que afecta a la sociedad moderna en general y a la infancia y adolescencia sobremanera. A través de él se intenta explicar la baja capacidad de reacción que tenemos ante el mínimo revés que nos proporcione la vida. Y es que los reveses y las situaciones complicadas y problemáticas son inherentes a lo cotidiano. No se puede ocultar la enfermedad y la muerte, las desgracias, las nefastas casualidades, como tampoco el egoísmo, la perversión, la maldad... Simplemente existen.
Suele ocurrir que lo que real, lo que pasa, casi nunca es tan bonito como lo habíamos imaginado y cuando se produce este encuentro, a veces frontal y drástico, conviene ir adecuadamente equipado de realismo, de moral, de disciplina, de capacidad de esfuerzo y superación, de adaptabilidad y de amplitud de miras. Lo contrario es la frustración, que puede cursar de maneras depresivas, antisociales/delictivas, o a través de búsquedas artificiales del mundo feliz. Son formas de negación de una realidad con la que no se puede convivir.
Pensaba Séneca que el hombre sólo alcanzaba su máxima dimensión en situaciones límite. No pedimos tanto. Sólo pretendemos que no traten al infante como un perpetuo incapaz al que hay que llevarlo guiado por un mundo de situaciones artificiales agradables para que disfrute, porque de esas situaciones sólo disfruta el que no puede hacerlo sobre cotas más elevadas de elección como la libertad, el acceso a la cultura y de contraste propio, que es compromiso y responsabilidad.
¿De qué ha servido tanta mentira, tanta ocultación, tanto paternalismo barato? ¿Estáis seguros que lo máximo que podemos sacar de nuestros alumnos es lo que sacamos? ¿Por qué hemos de conformarnos con los mínimos? ¿A quién o quienes beneficia realmente estas graves deficiencias académicas? ¿Qué hay detrás de esto, un exceso de comprensivismo, una formación de trabajadores futuros tan dóciles como poco cualificados, la creación de una gran bolsa de votantes agradecidos rehenes seculares de la subvención? ¿A qué ha quedado reducida la movilidad vertical de la sociedad que ha de perseguir todo sistema público de enseñanza? ¿Quién da la cara ante tanto fiasco? ¿En qué trabajan hoy los diseñadores de esta situación de facto?

Mucha pregunta y poca respuesta.

Saludos

Cordero

viernes, noviembre 10, 2000

El divertido juego de las matemáticas

Por Milagros Iglesias, editora de salutia.com.

El aprendizaje de los números no suele ser fácil ni entretenido, pero es necesario.
Decía Bertrand Russell que "las matemáticas poseen no sólo la verdad, sino la suprema belleza, una belleza fría y austera como una tumba". Quizás millones de niños del mundo coincidirían con él sólo en la última palabra porque para muchos, las matemáticas son una verdadera losa de sepulcro, imposible de levantar.
Sin embargo, las matemáticas son un pilar fundamental de la cultura, no sólo por tratarse del lenguaje de la ciencia sino por lo que suponen como bagaje necesario para entender el mundo en que vivimos.
Su importancia no sólo es indiscutible sino que la Unesco acordó en su Conferencia General de 1997 su apoyo y patrocinio del año 2000 como Año Mundial de las Matemáticas. Con esta declaración, se pretendía promocionar el conocimiento y el uso de las matemáticas en todo el mundo.
Juan Antonio Cordero, psicopedagogo en un instituto de enseñanza secundaria de la localidad de Hospitalet de Llobregat, en Barcelona (España), explica a Salutia cómo es posible divertirse con las matemáticas y no morir en el intento.

Salutia: ¿Las matemáticas son siempre un suplicio?
J. A. Cordero: No creo que sean un suplicio. Dar esto como cierto es asumir que es imposible que sean otra cosa, lo que de entrada no es una buena manera de abordar el tema. Puede ser que unas partes de las matemáticas sean más cansadas, difíciles y aburridas que otras, pero nada más. Por tanto no todas las matemáticas son un suplicio para todos, sino alguna parte de las matemáticas son un suplicio para algunos.
Salutia: ¿Para qué sirven las matemáticas?
J. A. Cordero: Las matemáticas sirven para divertirse y tener un buen nivel de reflejos y agilidad mental, para ayudar a explicarse determinados aspectos de la realidad de forma rigurosa y objetiva, para poder analizar y profundizar en ellos, para dar forma a un tipo de pensamiento basado en el contraste. En resumidas cuentas, para conocer algunas caras de la realidad y así poder mejorarlas.
Salutia: ¿Se puede aprender matemáticas sin numeros?
J. A. Cordero: Ciertamente se pueden aprender matemáticas sin números, pero en el caso de alumnos de edades tempranas o mayores con limitación en su capacidad de razonamiento, es una tarea mucho más difícil, casi imposible. Podríamos decir que el número permite "tocar las matemáticas con los dedos" y es un paso previo al proceso de generalización o abstracción. ¿Se podría aprender la lengua sin letras y/o fonemas?
Salutia: ¿Las matemáticas pueden convertirse en un juego?
J. A. Cordero: Las matemáticas ya son un juego, lo que ocurre es que no todos los juegos gustan a todos y no a todos los que le gusta conocen sus reglas. Pienso que las matemáticas podrían ser más interesantes si en vez de ser presentadas como "el coco" fueran presentadas como un reto que pone a prueba continuamente la capacidad de ingenio para solucionar obstáculos de manera airosa. Por cierto, ¿no es esto la vida?
Salutia: Si son un juego, ¿por qué su aprendizaje no suele ser divertido?
J. A. Cordero: No se puede mantener la posibilidad de acceder a determinados conocimientos o habilidades complejos con la máquina de disfrutar a tope y sin reserva de esfuerzo y capacidad de sobreponerse a la dificultad. No siempre el aprendizaje puede ser lúdico y divertido. Si queremos divertirnos es fácil que no aprendamos, pero si queremos aprender es muy posible que nos divirtamos.
Salutia: Los números y el arte no parecen hacer muy buenas migas. ¿Cree que las matemáticas ayudan a crear?
J. A. Cordero: Habría que concretar mucho que es la creación. Una buena base matemática ciertamente podría ayudar a la creación si entendemos por tal la capacidad de dar explicaciones nuevas a los fenómenos observados. De la observación de las cosas extraemos las reglas sobre el funcionamiento de las mismas y el conocimiento de las reglas amplía nuestro campo de actuación. Pero para esta tarea hace falta un amplio bagaje de pensamiento científico, fundamentado y contrastable desde el aparato matemático.