miércoles, septiembre 17, 1997

El marco social-cultural del niño

En nuestra época, guiada por la imperiosa necesidad de conseguir logros inmediatos, el esfuerzo para obtener resultados a plazo medio o largo es una cuestión de carrozas. A esto hemos de añadir la "tele" y los continuos mensajes que la mente aún inmadura del niño, decodifica en una misma dirección: la consecución del placer, que es lo mismo que comprar, no puede esperar.
La influencia de la tele, con sus poderosos recursos de color, sonido y movimiento, exige no solo pasividad, sino también fidelidad. Y el niño se ve atrapado en esta red, según los expertos, una media superior a 4 horas diarias. En este tiempo el niño no se mueve, no molesta, pero tampoco piensa ni imagina. La TV piensa y se mueve por él, es un canguro barato, pero idiotizante. La tendencia al hedonismo, la eliminación del esfuerzo y la consecución de objetivos materiales a corto plazo, se van imponiendo como nuevos objetos de culto.
La tendencia a la satisfacción inmediata de lo que queremos, progresa día a día. Los niveles de tolerancia a la frustración, tan necesarios en la vida adulta para afrontar con entereza diversas situaciones complicadas que se van presentando, son cada vez más pequeños. Y la falta de entrenamiento para afrontar situaciones difíciles, hace que estemos completamente a merced de ellas.

Saludos

Cordero

jueves, julio 03, 1997

Pensar, hablay y otras cosas raras.

Fue Vigotsky quien dentro de su teoría lingüística nos mostró el poder de la palabra, no sólo como un arma cargada de futuro, que eso ya lo sabíamos al menos desde Gabriel Celaya, sino como un organizador del pensamiento: "pensamos con palabras", decía.
Cada uno puede hacerse una prueba introspectiva y observar las imágenes que se producen en la mente cuanto pensamos en conceptos abstractos como libertad, solidaridad, egoismo, etc.
Si esto es así, si pensamos con palabras y yo así lo creo en términos generales, el pensamiento estará determinado por el lenguaje, por la palabra, y la ausencia de ésta dejará forzosamente huellas en aquel. Sin un lenguaje elaborado y un léxico amplio, sin unas competencias lingüísticas básicas, no se puede dar cuerpo a todo un conjunto de ideas coherentes y cohexionadas en torno a algo. Si queremos introducirnos en una nueva parcela del conocimiento hemos de conocer el léxico específico de la misma, sin el cual no podremos alcanzar más que un un nivel muy primario de comprensión.
¿Qué está pasando con nuestros alumnos que presentan unos códigos lingüísticos reducidos a la más mínima expresión (chachi, guay, chungo, que te cagas y poco más)? ¿Qué es lo que ocurre, que no expresan más ideas porque no poseen más repertorio lingüístico que el citado, que no piensan en conceptos inexpresables fuera de dicho código restringido, o que no tienen necesidad de precisar ni matizar más lo que sienten y lo que quieren? No sabemos como acabará todo esto. Tampoco el alcance de las tesis de Vigotsky, pero si resultara ser cierta, habrá sido escandaloso lo poco que estamos haciendo por evitarlo. En un mundo dominado por la imagen se favorece la gestualidad hasta límites inexplicables, se potencia lo visual hasta el punto de sustituir la palabra, es decir, de reemplazar el pensamiento. Y la enseñanza que debía ser un contrapeso a estas cuestiones, se comporta como correa de transmisión de la dictadura de la imagen. Ya casi no nos queda ni la palabra.

Saludos

Cordero

sábado, enero 11, 1997

La inteligencia como coartada

La inteligencia como coartada

En términos generales, hablar de inteligencia supone recurrir a gran cantidad de tópicos y caer en imprecisiones y vaguedades lejanas al concepto, que ayudan a explicar algunas conductas insatisfactorias relacionadas con el aprendizaje infantil. Así pues, su presunta carencia puede justificar, implícita o explícitamente, la falta de aprovechamiento académico. O una variante de ésta, que es aquello de los aprendizajes tan difíciles que se han de hacer.
 
Cualquiera que se dedique a la enseñanza, en cualquiera de los niveles educativos, y pueda contar con una experiencia docente de al menos 20 años, estará en condiciones de afirmar que los contenidos que aprenden hoy los alumnos, son muy inferiores a los que hacían alumnos de la misma edad hace unos cuantos años. Personalmente pienso que dicha pérdida se puede cifrar, al menos, en el 25% en las dos últimas décadas.
 
No es muy arriesgado pensar que con la citada rebaja de contenidos, la tasa de fracasos de alumnos que escolarizan la etapa de educación obligatoria no debería superar el 10%.
 
¿Qué ocurre con ese 40% de niños que, con una capacidad intelectual suficiente para aprovechar la escolaridad, no lo hacen?. (El 40% de fracaso, no está sacado de los informes de evaluación de calidad de la enseñanza realizados por los Servicios de Inspección Educativa, sino de la experiencia docente de profesores reales).

Saludos

Juan A. Cordero Alonso
Barcelona, 11 de enero de 1997